Comenzaré por mi opción de vida, como Educador para la Paz y Derechos Humanos, diciéndoles que todo aquello generado por el Estado, que vaya en contra de la dignidad humana es una violación de Derechos Humanos. La Paz y Los Derechos Humanos van de la mano. En eso no hay discusión…
Lo fascinante de las fronteras es que nos permiten ser creativos a la hora de plasmar sus realidades. Quien vive y entiende las fronteras lucha siempre por conservar su posición de observador respecto a todo cuando allí acontezca en las diversas disciplinas; como es este caso, de estos escritores ganadores del concurso “La diáspora: los que se van, los que se quedan” nos abren una nueva ventana para repensar nuestras miradas del tema.
Desde este lugar fronterizo como es Mérida, con su Universidad de Los Andes y su ciudad en permanente simbiosis, con vocación para entender las miradas múltiples y multidimensionales del tema que genera las diversas situaciones humanas, sociales y políticas en los territorios de fronteras.
Uno de esas miradas, es la diáspora para algunos; mientras para otros, es la migración forzada. Ambas sinónimos si lo vemos, o antónimos si lo queremos. Es cuestión de estilo y semántica. Lo que sí sabemos que es producto de la Emergencia Humanitaria Compleja que vive Venezuela desde los últimos años.
Una característica de la Emergencia Humanitaria Compleja, que se agudizó con la llegada de la Pandemia del COVID19 es la permanente violación de los Derechos Humanos y la creciente movilización de los venezolanos a otras realidades.
Esta movilización nos produce cada reacción, cada palabra, cada pensamiento, cada posición, cada juicio, cada mirada del otro que trata de redefinirse en un vacío jurídico, humano y existencial al intentar darle cuerpo al sentimiento de ser migrante en otro país. Esta redefinición de los que se van y de los que se quedan sin duda nos ha marcado como Nación.
En este punto, permítame recordar a mi querido profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Los Andes, el profesor Enrique Neira que siempre nos decía “que la nación es el conjunto de individuos unidos por vínculos geográficos, históricos y culturales, pero que además se refiere a la capacidad política del Estado de darnos la felicidad; al menos intentar hacerlo con éxito”.
Si vemos esta situación de la diáspora venezolana, cuando las organizaciones internacionales de las Naciones Unidas, señalaron el año pasado (2022) que se han ido de Venezuela más de siete millones cien mil personas; creo que esa mirada que nos decía mi profesor Enrique Neira de que el Estado debía intentar con éxito darnos la felicidad como Nación ha fracasado y demostrado su incapacidad política.
Según ACNUR reconoce “más de 7 millones de personas refugiadas y migrantes de Venezuela, la mayoría de las cuales vive en países de América Latina y el Caribe, esta se ha convertido en una de las crisis de desplazamiento de mayor magnitud en el mundo”.[1]
Recuerden que les comente los términos “diáspora” y “migración forzada” en miradas distintas; ahora bien, no nos podemos ir sin saber un poco de ellas, en sus mínimas diferencias para entender bien el tema que hoy nos trae acá a estos bellos espacios del Centro Venezolana Americano de Mérida (CEVAM)
Si hablamos de Diáspora se refiere a la dispersión por el mundo de grupos humanos que se han visto obligados, por distintas causas, a abandonar su lugar de origen.
Mientras que si hablamos de Migración Forzada según la Organización Internacional de Migraciones (OIM), la migración forzosa es “un movimiento migratorio que, aunque puede ser impulsado por diferentes factores, involucra el uso de la fuerza, la compulsión o la coerción”
El artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece, que toda persona tiene derecho a circular libremente y, a elegir su residencia, en el territorio del Estado de su preferencia; de forma libre sin coerción ni obligado por parte del Estado u otro factor.
En esta parte de mi intervención, resalto que todos hemos sido afectado por este fenómeno migratorio; posiblemente, toda familia venezolana en la actualidad tiene un familiar que migró en estos últimos diez años. Tenemos Abuelitas Lindas que se quedaron sin sus hijos e hijas, tíos que nos quedaremos sin ver a nuestros sobrinos en sus mejores años de vida; niños, niñas, adolescentes que están desorientados por la ausencia de sus padres pero lo más significativo, que tenemos una nación con el veinte cinco por ciento de su población construyendo realidades en otras naciones.
Debemos pasar de la realidad cruel e inhumana de la diáspora a la construcción de una ciudadanía de frontera que permita darle el valor a quienes se han ido; iniciativa como este concurso contribuye con esta experiencia de creación de estas obras ganadoras a darle una mirada distinta a la diáspora.
Puedo decirles en mi experiencia desde el 2012 con la Escuela de Paz y Convivencia Ciudadana, Programa de Paz del CINEP (Centro de Investigaciones de Educación Popular) con sede en Bogotá, Colombia en las diversas formaciones e investigaciones sociales de la mano de la Universidad Javeriana de Bogotá para consolidar una ciudadanía de frontera con los ciudadanos venezolanos que han migrado a Colombia, y quienes permanecen en la frontera Colombo-Venezolana.
Podemos señalar que una ciudadanía de frontera, debe estar orientada a promover el sentido de lo humano, consolidar la espiritualidad de la solidaridad, recuperación de la dignidad y formación de sujeto activo en derechos humanos, con una responsabilidad ciudadana, en una aplicación de diversos enfoques principalmente, basados en los Derechos Humanos y del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, haciendo énfasis diferencial de género, entre otros aspectos de toda acción que intente revertir los efectos en quienes se han ido y se han quedado.
En el año 2005, la Revista Actual en su número 59/60 de la Dirección General de Cultura y Extensión (llamada así para esa fecha) titulaba su edición como FRONTERAS BORRASCOSAS. En esa edición ya se visualizaba en sus maravillosos escritos, la realidad de la diáspora venezolana.
Nos decía en esta bella obra, que “lo borrascoso de las fronteras es más labor de los hombres que de la historia, la cultura o de las instituciones. La escena fronteriza se nos presentan en dicha obra a partir de la diferencia, de la suma y de la identidad; acentuando las semejanzas y diluyendo las diferencias”[2] son notorias.
Se trata con estas obras ganadoras de este concurso, verlas en este escenario de lo que nos quedamos y de los que se fueron, de redibujar esa realidad en la creatividad literaria de cada uno de los autores, llena de excelencia, algunos extrañados que de este tema de la diáspora se puedan crear algo maravilloso pero ajenos para muchos; pero a la vez, tan familiar para otros, se trata de darle rostro literario al imaginario colectivo de la diáspora.
En eso consiste su realismo y pertinencia socio-cultural de estas obras ganadoras. El fondo, es compartir una mirada de la historia reciente de Venezuela, que sin duda, no es la mejor cara que contarán nuestra historia en el futuro.
En estas obras, los procesos culturales y políticos implícitos son la forma y motivación. Su ambientación creativa y única consiste en ponernos hablar de las mismas, de forma directa y sin tapujos.
Son narrativas, en fin, buscan recrear una realidad impregnada de múltiples violaciones a la dignidad humana, a los Derechos Humanos y a la Paz; que muestran entre líneas los puntos fuertes de las debilidades de quienes tuvieron la responsabilidad de evitar esta situación.
Para culminar, debemos ponernos al frente al espejo llamado Venezuela, para resaltar que lo más importante de quienes se han ido y quienes nos hemos quedado, es recuperar la dignidad humana, que es la base de los Derechos Humanos junto a la recuperación integra de la Democracia, que es el único sistema político que puede a pesar de ser imperfecto, garantizar los Derechos Humanos, la Paz y la Dignidad Humana.
Muchas gracias.
Nota: Lo anterior fue expuesto por el politólogo Walter Trejo Urquiola, Coordinador General Cátedra de la Paz y Derechos Humanos Mons. Oscar A. Romero, adscrita a la Dirección General de Cultura en la Universidad de Los Andes en el acto de presentación de los ganadores del concurso La Diáspora: lo que nos quedamos y los que se fueron organizada por el Centro Venezolano Americano de Mérida (CEVAM) con la Dirección de Cultura de la Universidad de Los Andes.
[1] Mayor información: https://www.acnur.org
[2] Presentación Revista Actual (2005) FRONTERAS BORRASCOSAS. Ediciones Revista Actual Nro 59/60 Dirección General de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes. Pág. 5.
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