Además de las características de una santidad
tradicional, Mons. Romero, presenta algunas notas que lo hacen un santo
diferente, un santo especial, un santo difícil de comprender y, por supuesto,
de seguir:
- SANTIDAD PROFÉTICA: sin duda esta fue una característica muy
especial, específica y novedosa en Mons. Romero; el anuncio y la denuncia que
hizo durante sus 3 años como Arzobispo lo han catapultado a nivel mundial, difícilmente
encontramos desde los profetas del Antiguo Testamento, un profeta con tanta
fuerza; él era consciente de ese su talante profético: “Responsabilidad profética que ustedes tienen como
pueblo de Dios y, yo como jerarquía; en el nombre y con la autoridad de Cristo,
el gran profeta, ustedes y yo formamos dentro de nuestra propia vocación, la
misión profética de la Iglesia” (15 junio 1979). “Es obra de Dios, y por eso no tenemos
miedo a la misión profética que el Señor nos ha encomendado. Ya me imagino que
alguno dice: «¡Ah, se está creyendo
profeta!». No es que me crea profeta, es que ustedes y yo somos un pueblo
profético, es que todo bautizado ha recibido participación en la misión
profética de Cristo… Nunca me he creído profeta como en el sentido de único en
el pueblo porque sé que ustedes y yo, el pueblo de Dios, formamos el pueblo
profético, y mi papel únicamente es excitar en ese pueblo su sentido profético
que no lo puedo dar yo, sino que lo ha dado el Espíritu” (14 julio 79).
- SANTIDAD POLÍTICA: otra de sus grandes habilidades fue saber
iluminar sabiamente las realidad socio-políticas que se vivían en su tiempo: “a la luz de la Palabra
divina que revela el proyecto de Dios para la felicidad de los pueblos, tenemos
el deber, queridos hermanos, de señalar también las realidades; ver cómo se va
reflejando entre nosotros o se está despreciando entre nosotros, el proyecto de
Dios. Nadie tome a mal que a la luz de las palabras divinas que se leen en
nuestra misa iluminemos las realidades sociales, políticas, económicas, porque
de no hacerlo así, no sería un cristianismo para nosotros… Ya sé que hay muchos que se escandalizan de estas palabras y quieren
acusarla de que ha dejado la predicación del evangelio para meterse en
política, pero no acepto yo esta acusación, sino que hago un esfuerzo para que
todo lo que nos ha querido impulsar el Concilio Vaticano II, la Reunión de
Medellín y de Puebla, no sólo lo tengamos en las páginas y lo estudiemos
teóricamente, sino que lo vivamos y lo traduzcamos en esta conflictiva realidad
de predicar como se debe el Evangelio... para nuestro pueblo… (23 marzo
1980)
- SANTIDAD EN FIDELIDAD AL PUEBLO: si como decíamos antes,
Mons. Romero fue fiel a la Iglesia, pero, tampoco lo fue menos al pueblo: Pero quiero asegurarles a
ustedes, y les pido oraciones para ser fiel a esta promesa, que no abandonaré a
mi pueblo sino que correré con él todos los riesgos que mi ministerio me
exige... (11 noviembre 1979)
- SANTIDAD EN LA PERSECUCIÓN Y EL MARTIRIO: la comisión de
teólogos aprobó, a principios de año, el reconocimiento de la muerte “in odium
fidei” y el Santo Padre lo ratificó posteriormente. Y es que Mons. Romero vivió
la persecución y el martirio por odio a la fe, por odio a la justicia, a la
verdad y a los pobres: como rumores los creo también los que me
avisaron esta semana que yo también anduviera con cuidado que se estaba
tramando algo contra mi vida. Yo confío en el Señor y sé que los caminos de la Providencia amparan a
quien trata de servirle (7 enero 1979); Qué hermoso poder
decir como Cristo: «Todo se ha cumplido». En mi vida no he sido más que un
poema del proyecto de Dios y de mi propia realización. Me he realizado tal como
Dios quería, he seguido la vocación que Dios me dio. He tratado de ser como
Dios quería que fuera (13 abril 1979).
Así completo mi consagración al Corazón de Jesús que fue siempre fuente de
inspiración y alegría cristiana en mi vida. Así también pongo bajo su
providencia amorosa toda mi vida y acepto con fe en Él mi muerte por más
difícil que sea… Me basta para estar feliz y confiado saber con seguridad que
en Él está mi vida y mi muerte, que a pesar de mis pecados en Él he puesto mi
confianza y no quedaré confundido” (último retiro 25 febrero 1980)
En esta gran
solemnidad de tu beatificación, reiteramos, Mons. Romero, nuestro compromiso de
seguir los pasos de Jesús de Nazaret a tu estilo, en una Iglesia pobre para los
pobres.
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